4 de noviembre de 2010 (ElPeriodico.com) | Por Oscar De Madrid
Entrevista con Jordi Petit, presidente de honor de la Coordinadora Gai-Lesbiana de Catalunya
El destacado y reconocido activista catalán por los derechos homosexuales y premio “Creu de Sant Jordi” del gobierno autónomo de Cataluña, Jordi Petit, todavía visiblemente emocionado por la muerte de su madre el domingo pasado, sacó ayer fuerzas de flaqueza para «revelar un secreto» que le atenazaba.-Cuando iba a la escuela, en los Salesianos de la calle Rocafort 42, un día llegaron los guías espirituales de los grupos de revisión de vida del Opus Dei. Tras confesarles mi homosexualidad, me indujeron a mortificarme con cilicio (faja de cerdas o puntas de hierro que se ciñe al cuerpo como mortificación) en los brazos y chapas corona de botellas dentro de los zapatos para que me dolieran los pies al andar. Entonces yo tenía 13 años [era 1967], y estuve varios meses expiando lo que según ellos era mi pecado.
-¿No se lo dijo a sus padres?
-No me atreví. Decirles aquello significaba tener que revelarles mi secreto, mi homosexualidad. Además, no quería que se sintieran culpables por haberme llevado a aquel colegio. Por eso tampoco se lo comenté nunca, ni muchos años después, a mi madre. Por eso no lo he anunciado públicamente hasta que ella ha fallecido. Cuando veían que movía el brazo con dificultad, yo les decía que me lo había torcido o que me había dado un golpe.
-¿Cómo le afectó aquel dolor?
-Ese tipo de situaciones dejan una huella terrible en cualquier adolescente, te destrozan la autoestima. Lo que yo me pregunto ahora es cuántos niños tuvieron que pasar por ello durante el franquismo y si estas situaciones aún se dan en la actualidad en algunos centros religiosos. En aquella época, a una amiga mía también la indujeron a mortificarse con cilicio. En su caso, ¡por la salvación de Cuba!
-Y tras aquella y otras vivencias, ¿qué opina de la visita del Papa?
-La “Coordinadora Gai-Lesbiana” apoya a la plataforma “Jo No T’Espero” (Yo No Te Espero). Admiro la labor de los voluntarios de las parroquias y a Caritas, pero los obispos atacan los derechos civiles de nuestro colectivo y el Vaticano, con su prohibición del condón, condena a enfermar de sida a millones de personas, entre otras acciones negativas.
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