9 de enero de 2010 | Por Manuel Velandia
Desde que los estudios de Masters y Johnson, encontraron elevaciones importantes de la frecuencia cardiaca (FC) y de la presión arterial (PA) durante las relaciones sexuales investigadas en estudiantes y profesores voluntarios, ha habido preocupación sobre el riesgo cardiovascular que implica esta actividad[1].
Master y Jonson, dividieron la respuesta sexual humana en las fases de excitación, meseta, orgasmo y resolución.
Excitación: La excitación es una reacción ante un estímulo sexual efectivo, ya sea de tipo psicógeno o físico. Este estimulo es selectivo de acuerdo con el organismo que lo recibe y procesa y varía en intensidad según la ocasión o situación. Si las condiciones son favorables, la excitación continua, si, por el contrario, existen eventos adversos, ésta puede interrumpirse de manera abrupta y tajante.
La excitación comienza en el cerebro cuando un hombre se excita por algo real o imaginario. Las experiencias de un hombre lo condicionan con rapidez; objetos y circunstancias relacionados con el sexo también pueden provocar la excitación. De esta manera, y sin contacto físico alguno la excitación masculina se produce rápidamente.
Informa sexología.com que además de causar la erección del pene, el aumento de flujo sanguíneo provoca el enrojecimiento de la piel aproximadamente en la cuarta parte de los hombres. Este flujo sexual comienza en el abdomen inferior y se extiende sobre la piel del pecho, cuello y rostro. Puede aparecer en los hombros, antebrazos y muslos. Después de la eyaculación, el flujo sexual desaparece con gran rapidez: primero en hombros y extremidades, luego en el pecho y, finalmente, en el cuello y en el rostro.
El pecho del hombre responde a la estimulación sexual. Aunque el patrón es inconsistente, con frecuencia tiene lugar una hinchazón y erección del pezón que puede desarrollarse sin contacto directo y durar hasta una hora después de la eyaculación. Razón por la que el pecho, pueden convertirse en zonas erógena si se le da la estimulación suficiente.
El promedio de latidos del corazón masculino se incrementa con la excitación sexual; también se acelera su ritmo respiratorio y se eleva la presión sanguínea.
Meseta: se intensifica la tensión sexual y de continuar la excitación, el organismo, llega a un orgasmo. En el caso de la respuesta sexual masculina, según sexología.org una vez que se alcanza un determinado punto de excitación, conocido como el momento de eyaculación inminente, no hay vuelta atrás y aún en el caso de detenerse la estimulación, el paso al orgasmo acompañado de la eyaculación es inevitable. La fase de meseta consistirá en el mantenimiento de la excitación, y por lo tanto de la obtención de la tensión sexual necesaria para llegar al orgasmo manteniéndose las reacciones antes descritas.
Orgasmo: liberación de la tensión sexual. La sensación es subjetiva, se concreta inicialmente en los órganos genitales y más adelante se percibe como una reacción generalizada que compromete todo el sistema muscular. El orgasmo es la descarga mediante una serie de contracciones más o menos regulares, de la tensión o acumulación sanguínea alcanzada durante la excitación y meseta. Esta respuesta va acompañada de una sensación física de placer intenso, vivida psicológicamente de forma distinta por cada persona.
Resolución: con la relajación o detumescencia del pene, descenderá la erección paulatinamente. En este periodo el hombre debe esperar un tiempo prudencial para lograr una nueva excitación, situación que variará en función de la edad y las características físicas del varón. Pasado este tiempo puede volver a haber erección acompañada nuevamente de orgasmo aunque la eyaculación será menos abundante o inexistente.
Existen dos situaciones diferentes y paralelas en el acto sexual: la excitación y el esfuerzo físico. La respuesta cardiovascular y metabólica está relacionada a ambos, pero más preeminentemente a la excitación.
El esfuerzo físico realizado durante el coito, de manera usual, en hombres de edad media, tiene un costo fisiológico modesto, con máximas frecuencias cardiacas no muy elevadas y de corta duración. Es necesario tener en cuenta que existen amplias variaciones en los gastos energéticos durante el acto sexual dependientes de factores como el estado físico del paciente y su pareja, de la excitación, de la ingesta abundante de comida antes de la actividad sexual, de si la relación es extraconyugal, etc. La mayoría de estudios establecen que en personas jóvenes el equivalente metabólico de una relación sexual muy vigorosa puede llegar hasta un máximo de 6 METS (consumo de oxígeno expresado en equivalentes metabólicos), aunque hay variabilidad entre las personas según Sánchez-Palacios. Por ejemplo caminar 2 millas/hora requiere 2 METS, la actividad sexual preorgasmo 2-3 METS, la actividad sexual durante el orgasmo 3-4 METS, montar bicicleta 10 millas/hora 6-7 METS. Por dicha razón se ha considerado que la actividad sexual en forma regular es beneficiosa y aumenta la sobrevida.
Es importante establecer que el grado de excitación también juega un rol importante. Cantwell en un estudio con monitoreo electrocardiográfico de 24 horas encontró que con la pareja usual, la FC subía de 72/min a 92/min, mientras que con una pareja eventual ascendía de 96/min a 150/min.[2] Lo mismo se ha descrito para el ambiente en donde se lleva a cabo. En conclusión, lo inusual aumenta la excitación. A raíz del estudio de Ueno sobre muerte súbita[3], diversos autores asocian un mayor esfuerzo cardiaco con relaciones extramaritales.[4]
No existen estudios sobre los gastos energéticos en las relaciones homosexuales. De lo que sí hay constancia es que la automasturbación, o la realizada por la pareja, elevan la frecuencia cardiaca en menor proporción, por lo que se considera como una alternativa en determinadas situaciones sociales o cardiológicas.
A las personas que les han diagnosticado una enfermedad cardiovascular pueden tener relaciones sexuales. La actividad física que requiere una relación sexual se compara con la necesaria para subir dos pisos de escaleras. Considera fundaciondelcorazon.com que si usted es capaz de subir dos pisos de escaleras sin tener dolor en el pecho o fatiga excesiva, será capaz, desde el punto de vista físico, de mantener relaciones sexuales plenas.
Incluso si la persona acaba de sufrir un infarto puede volver a mantener relaciones sexuales. La actividad sexual en los pacientes que han sufrido un infarto de miocardio puede ser lo más normal posible y, en muchos casos, absolutamente similar a las personas sin enfermedad coronaria. En líneas generales, puede reanudarse a las dos semanas del alta hospitalaria, pero se recomienda que consulte siempre con su médico.
Es normal que se tenga miedo a la hora de enfrentarme a la vida sexual luego de un infarto, pero la actitud que se ha de tomar es la de hablar con sinceridad a su pareja de sus miedos e inquietudes, y solicitar la ayuda de un especialista si es necesario. No se sienta nunca avergonzado ni rechace pedir ayuda o apoyo, porque la existencia de una enfermedad de este tipo puede ser una causa psicológica que nos lleve a limitar o, incluso, a renunciar a nuestra vida sexual.
Master y Jonson, dividieron la respuesta sexual humana en las fases de excitación, meseta, orgasmo y resolución.
Excitación: La excitación es una reacción ante un estímulo sexual efectivo, ya sea de tipo psicógeno o físico. Este estimulo es selectivo de acuerdo con el organismo que lo recibe y procesa y varía en intensidad según la ocasión o situación. Si las condiciones son favorables, la excitación continua, si, por el contrario, existen eventos adversos, ésta puede interrumpirse de manera abrupta y tajante.
La excitación comienza en el cerebro cuando un hombre se excita por algo real o imaginario. Las experiencias de un hombre lo condicionan con rapidez; objetos y circunstancias relacionados con el sexo también pueden provocar la excitación. De esta manera, y sin contacto físico alguno la excitación masculina se produce rápidamente.
Informa sexología.com que además de causar la erección del pene, el aumento de flujo sanguíneo provoca el enrojecimiento de la piel aproximadamente en la cuarta parte de los hombres. Este flujo sexual comienza en el abdomen inferior y se extiende sobre la piel del pecho, cuello y rostro. Puede aparecer en los hombros, antebrazos y muslos. Después de la eyaculación, el flujo sexual desaparece con gran rapidez: primero en hombros y extremidades, luego en el pecho y, finalmente, en el cuello y en el rostro.
El pecho del hombre responde a la estimulación sexual. Aunque el patrón es inconsistente, con frecuencia tiene lugar una hinchazón y erección del pezón que puede desarrollarse sin contacto directo y durar hasta una hora después de la eyaculación. Razón por la que el pecho, pueden convertirse en zonas erógena si se le da la estimulación suficiente.
El promedio de latidos del corazón masculino se incrementa con la excitación sexual; también se acelera su ritmo respiratorio y se eleva la presión sanguínea.
Meseta: se intensifica la tensión sexual y de continuar la excitación, el organismo, llega a un orgasmo. En el caso de la respuesta sexual masculina, según sexología.org una vez que se alcanza un determinado punto de excitación, conocido como el momento de eyaculación inminente, no hay vuelta atrás y aún en el caso de detenerse la estimulación, el paso al orgasmo acompañado de la eyaculación es inevitable. La fase de meseta consistirá en el mantenimiento de la excitación, y por lo tanto de la obtención de la tensión sexual necesaria para llegar al orgasmo manteniéndose las reacciones antes descritas.
Orgasmo: liberación de la tensión sexual. La sensación es subjetiva, se concreta inicialmente en los órganos genitales y más adelante se percibe como una reacción generalizada que compromete todo el sistema muscular. El orgasmo es la descarga mediante una serie de contracciones más o menos regulares, de la tensión o acumulación sanguínea alcanzada durante la excitación y meseta. Esta respuesta va acompañada de una sensación física de placer intenso, vivida psicológicamente de forma distinta por cada persona.
Resolución: con la relajación o detumescencia del pene, descenderá la erección paulatinamente. En este periodo el hombre debe esperar un tiempo prudencial para lograr una nueva excitación, situación que variará en función de la edad y las características físicas del varón. Pasado este tiempo puede volver a haber erección acompañada nuevamente de orgasmo aunque la eyaculación será menos abundante o inexistente.
Existen dos situaciones diferentes y paralelas en el acto sexual: la excitación y el esfuerzo físico. La respuesta cardiovascular y metabólica está relacionada a ambos, pero más preeminentemente a la excitación.
El esfuerzo físico realizado durante el coito, de manera usual, en hombres de edad media, tiene un costo fisiológico modesto, con máximas frecuencias cardiacas no muy elevadas y de corta duración. Es necesario tener en cuenta que existen amplias variaciones en los gastos energéticos durante el acto sexual dependientes de factores como el estado físico del paciente y su pareja, de la excitación, de la ingesta abundante de comida antes de la actividad sexual, de si la relación es extraconyugal, etc. La mayoría de estudios establecen que en personas jóvenes el equivalente metabólico de una relación sexual muy vigorosa puede llegar hasta un máximo de 6 METS (consumo de oxígeno expresado en equivalentes metabólicos), aunque hay variabilidad entre las personas según Sánchez-Palacios. Por ejemplo caminar 2 millas/hora requiere 2 METS, la actividad sexual preorgasmo 2-3 METS, la actividad sexual durante el orgasmo 3-4 METS, montar bicicleta 10 millas/hora 6-7 METS. Por dicha razón se ha considerado que la actividad sexual en forma regular es beneficiosa y aumenta la sobrevida.
Es importante establecer que el grado de excitación también juega un rol importante. Cantwell en un estudio con monitoreo electrocardiográfico de 24 horas encontró que con la pareja usual, la FC subía de 72/min a 92/min, mientras que con una pareja eventual ascendía de 96/min a 150/min.[2] Lo mismo se ha descrito para el ambiente en donde se lleva a cabo. En conclusión, lo inusual aumenta la excitación. A raíz del estudio de Ueno sobre muerte súbita[3], diversos autores asocian un mayor esfuerzo cardiaco con relaciones extramaritales.[4]
No existen estudios sobre los gastos energéticos en las relaciones homosexuales. De lo que sí hay constancia es que la automasturbación, o la realizada por la pareja, elevan la frecuencia cardiaca en menor proporción, por lo que se considera como una alternativa en determinadas situaciones sociales o cardiológicas.
A las personas que les han diagnosticado una enfermedad cardiovascular pueden tener relaciones sexuales. La actividad física que requiere una relación sexual se compara con la necesaria para subir dos pisos de escaleras. Considera fundaciondelcorazon.com que si usted es capaz de subir dos pisos de escaleras sin tener dolor en el pecho o fatiga excesiva, será capaz, desde el punto de vista físico, de mantener relaciones sexuales plenas.
Incluso si la persona acaba de sufrir un infarto puede volver a mantener relaciones sexuales. La actividad sexual en los pacientes que han sufrido un infarto de miocardio puede ser lo más normal posible y, en muchos casos, absolutamente similar a las personas sin enfermedad coronaria. En líneas generales, puede reanudarse a las dos semanas del alta hospitalaria, pero se recomienda que consulte siempre con su médico.
Es normal que se tenga miedo a la hora de enfrentarme a la vida sexual luego de un infarto, pero la actitud que se ha de tomar es la de hablar con sinceridad a su pareja de sus miedos e inquietudes, y solicitar la ayuda de un especialista si es necesario. No se sienta nunca avergonzado ni rechace pedir ayuda o apoyo, porque la existencia de una enfermedad de este tipo puede ser una causa psicológica que nos lleve a limitar o, incluso, a renunciar a nuestra vida sexual.
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