Un centro de Miami halla una alta tasa de células precancerosas y dos casos de cáncer entre sus pacientes
Xavier Franquet - 15/04/2011
A pesar del aumento de casos de cáncer anal -asociado a la infección por el virus del papiloma humano (VPH)- entre personas con VIH, en la actualidad no existe un consenso internacional sobre la idoneidad de la realización de un cribado sistemático para detectar y prevenir esta dolencia en dicha población. Algunos expertos cuestionan la validez de los métodos usados hoy en día, su elevado coste o la complejidad para llevarlos a cabo. Los hay que, además, sostienen que ningún estudio a largo plazo con grupo control ha demostrado que el tratamiento de las lesiones precancerosas reduzca significativamente el riesgo de progresión a cáncer anal.
No obstante, un número creciente de expertos contrarrestan estos argumentos señalando que todos los datos disponibles sugieren con firmeza que el tratamiento temprano de las lesiones anales muy probablemente tenga beneficios similares al de las lesiones de cuello de útero en mujeres. Su tratamiento sí ha demostrado disminuir la progresión a cáncer de ano.
Al margen de estas consideraciones, existen otras razones de tipo ético. Los datos que se van conociendo dan cuenta del aumento de casos de esta neoplasia maligna entre personas con VIH año tras año, lo que no deja margen para esperar el resultado de estudios a largo plazo. Un grupo estadounidense de investigadores liderado por P. Patel publicó el año 2008 en Annals of Internal Medicine las siguientes tasas de incidencia por 100.000 persona-años: 19,0 en el período 1992-1995; 48,3 en el 1996-1999 y 72,2 en el 2000-2003. Anteriormente, un estudio de cohorte del equipo de J.M. Palefsky mostró que hasta un 49% de hombres homosexuales y bisexuales desarrollaron displasias de alto grado durante un período de 4 años en comparación con un 17% de hombres gais y bisexuales sin VIH.
El equipo de Miami (EE UU) responsable de la investigación que ahora se publica en el número del 1 de abril de la revista Aids Patient Care and STDs ofreció efectuar un cribado de cáncer anal a 160 hombres que acudían a la clínica de VIH del Centro Médico para Asuntos de Veteranos de dicha ciudad, entre febrero y julio de 2006. Un total de 131 accedieron a participar en el estudio.
Dos fueron las técnicas usadas: la citología anal (conocida también como prueba de Papanicolau), que consiste en la extracción de células rectales y anales mediante un frotis; y la anoscopia de alta resolución, para ver y realizar una biopsia de las lesiones anómalas detectadas previamente con la citología.
La edad de los participantes osciló entre 29 y 80 años (edad mediana: 49 años). Un poco más de la mitad eran negros y alrededor de un 15%, latinos. La mayoría de ellos dijeron ser sexualmente activos y un 40% aseguraron haber mantenido relaciones sexuales anales. La mitad tenían historia de enfermedades de transmisión sexual.
Un factor que en otros estudios se ha asociado con la presencia de lesiones de este tipo es el hecho de tener un recuento bajo de linfocitos CD4. Entre los participantes de este ensayo, un 43% mostraba recuentos de CD4 por debajo de 350 células/mm3, a pesar de que el 75% tomaba terapia antirretroviral.
De los 131 que accedieron a participar en la investigación, un total de 33 fueron descartados por no haberse obtenido suficientes células mediante la citología. Entre los 98 restantes, un 52% presentaban células anómalas. En 33 casos se requirió examinar más dichas células con el uso de la anoscopia de alta resolución.
En treinta y una de las 33 personas se detectaron lesiones precancerosas mediante el empleo del anoscopio, siendo displasias de alto grado más de la mitad. En dos casos se diagnosticó cáncer anal. Según los autores, estas cifras demuestran la necesidad de un cribado mediante el uso de la citología anal, puesto que un 15% del total de los pacientes del centro tenían lesiones cancerosas o precancerosas graves.
Cuando se compararon los pacientes con displasias de bajo grado con aquellos con lesiones precancerosas graves (displasias de alto grado), estos últimos tenían recuentos de CD4 significativamente más bajos (p= 0,03) y cargas virales más altas (p= 0,005). Sin embargo, no fueron factores predictivos significativos el historial de sexo anal, de infecciones de transmisión sexual, el número de parejas sexuales en los 12 meses previos o el hecho de estar tomando terapia antirretroviral de gran actividad (TARGA).
Los responsables de esta investigación concluyen: “Hasta que no haya un consenso respecto al cribado con citología anal, es importante que los pacientes con VIH sepan que tienen un mayor riesgo de desarrollar cáncer anal. Los médicos de VIH deberían considerar la salud anal como un tema prioritario para tratar con sus pacientes”.
En España, algunos centros, sobre todo en grandes áreas urbanas, están ofreciendo la realización de un cribado a sus pacientes, pero lamentablemente no está disponible en la mayoría de hospitales.
Cabe señalar también que, al contrario de lo que se cree, el cáncer anal no solo afecta a hombres que han tenido relaciones sexuales anales. Estudios de cohorte han identificado lesiones anales precancerosas tanto en mujeres como en varones sin historial de sexo anal. Es por ello que muchos especialistas están a favor de un cribado universal entre las personas con VIH.
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