jueves, 21 de abril de 2011

Volver al clóset: Manuel Antonio Carreño Reload

 

El famoso manual de urbanidad y buenas maneras de Manuel Antonio Carreño fue publicado por primera vez en 1854 y –tal como señala Mirla Alcibíades- desde entonces ha sido un éxito editorial no sólo en nuestro país, sino en todo nuestro continente.
El Manual de Carreño forma parte de un conjunto de diversos textos que, desde los inicios de la historia republicana tenían la finalidad de intentar el ordenamiento de la vida privada y pública para la creación del ciudadano modelo. No era suficiente reglamentar el comportamiento social, era necesario moldear la conducta, disciplinar el cuerpo y la mente de cada individuo para convertirlo en una mujer y un hombre civilizado, que pudiera vivir en una ciudad moderna como se estaba convirtiendo la Caracas guzmancista.
A pesar de que el manual de Carreño cumplió una función muy clara de disciplinamiento en la urbe de finales del siglo XIX, hay quienes pretenden, en pleno siglo XXI, revivir los valores y principios expuestos en esta obra.
Una de las instituciones que en la actualidad se ha convertido en la defensora de la moral y las costumbres decimonónicas burguesas ha sido, paradójicamente, el Centro de Arte La Estancia-PDVSA. Para permanecer en los espacios de La Estancia en la ciudad de Caracas, es necesario acatar una serie de prohibiciones que forman parte de la normativa de la institución. Entre las prohibiciones se encuentran las manifestaciones de afecto público, tales como besos y abrazos.
Estas prohibiciones recuerdan aquella nefasta ordenanza que durante la gestión (1993-1998) de la alcaldesa, Irene Sáez, prohibía los besos, abrazos apasionados y cualquier acción considerada indecente (incluido el uso de minifaldas) en los espacios públicos del municipio Chacao. Prohibiciones que no se quedaron en el papel, sino que llevaron a hacer varias redadas policiales a grupos de parejas heterosexuales por demostrar públicamente sus sentimientos.
Las prohibiciones del Centro de Arte La Estancia, sólo son ejemplo de la existencia de un conjunto de normas similares que se aplican cotidianamente en los espacios e instituciones públicas y que llegan a sus niveles más ridículos en la plaza Bolívar de Caracas. Sin embargo, estas reglas, que nos pueden parecer anacrónicas y absurdas, tienen su fundamento legal en el artículo 538 del Código Penal vigente: “Cualquiera que se haya presentado en público de un modo indecente, o que con palabras, cantos, gestos, señas u otros actos impropios, ofenda la decencia pública, será penado con arresto hasta por un mes o multa de diez a trescientos bolívares.”
Situación que demuestra no sólo el profundo anacronismo del Código Penal, sino la pertinencia de su crítica y la necesidad de diseñar un nuevo código. Sin embargo, no queremos limitarnos a una simple discusión jurídica, ya que las leyes son, de alguna manera reflejo de la sociedad. Desde hace 11 años se habla de que estamos en un proceso de cambios, pero en realidad, es muy poco lo que se ha avanzado en todo lo referente a las percepciones de lo que es aceptable o inaceptable en términos de la tan trillada moral.
Muchas personas han sido sometidas al cuestionamiento y maltrato públicos por realizar manifestaciones de afecto heterosexual o entrar a los espacios públicos con la ropa o la apariencia “inadecuada”. Lo sorprendente, en estos casos, es que nadie protesta e incluso se asume una actitud dócil ante la vejación y la expulsión de estos espacios. La mayoría de la gente se limita a quejarse públicamente, no se les ha ocurrido organizar protestas para defender su derecho a entrar y permanecer en esos espacios.
Por eso, saludamos las protestas organizadas por la organización Alianza sexo género Diversa Revolucionaria en La Estancia y que tienen como objetivo cuestionar las normas absurdas que prohíben las manifestaciones de afecto público en sus instalaciones. Ahora, ¿por qué han sido los grupos sexodiversos y no la población heterosexual –también afectada- quienes han protestado ante estas medidas? Porque somos el grupo más discriminado y perseguido por nuestra preferencia sexual e identidad de género. La exhibición de estas normativas no puede dejarnos indiferentes, ya que cotidianamente se nos recuerda, de manera implícita y explícita, que debemos mantener nuestros afectos dentro del clóset de nuestro cuarto. Obviamente, nos sentimos interpelados y nuestra respuesta no puede ser el encierro y miedo al que permanente nos han querido someter.
Las normas decimonónicas de La Estancia y que serían del completo agrado de Carreño, tienen sus defensores públicos y privados. Unos de sus defensores más vivaces, pero más torpes, son el comisario político Mario Silva & Cía. Ya estamos acostumbrad@s a los comentarios sexistas y homofóbicos de Mario Silva, por eso no nos extraña su intervención en el programa del 9 de marzo. Lo que asombra es la pobreza de sus argumentos, que trata de apoyar con el consabido y repetido: ¡yo no soy homofóbico!
Mario Silva pide que no seamos exhibicionistas, haciendo una impúdica gala de su ignorancia y sus prejuicios, pues es obvio que no está informado sobre el carácter de estas protestas y, además, deja traslucir sus preconcepciones sobre la población sexodiversa. Silva, al igual que muchas personas, piensa que las lesbianas, homosexuales, transgéneros y transexuales no podemos controlar nuestras pulsiones –en su visión serían más bien perversiones- sexuales y que necesitamos normas rígidas para mantenernos a raya y no aterroricemos con nuestros actos lujuriosos a la niñez del planeta. Él cree que la protesta contra las normas de La Estancia tiene como objetivo inmediato tener la posibilidad de exhibir nuestros genitales ante todos los visitantes, especialmente ante los niños. Sí, Mario, nos descubriste, queremos correr desnudos por la grama, queremos besarnos, queremos abrazarnos, queremos masturbarnos y, sobre todo, queremos organizar una gran orgía donde no se salve nadie. La sola visión de un espacio público alborota nuestras hormonas y despierta nuestros pensamientos más torcidos. La presencia de niños nos empuja a lucirnos. Nos descubriste, somos puras hormonas con pies, nuestro objetivo en la vida es tener sexo las 24 horas del día, por eso queremos acabar con todas las normas y todas las reglas.
Hay una sola cosa que hay agradecerle a Mario Silva & Cía: que hayan puesto en claro, por si existía alguna duda, hacia quienes estaban dirigidas las prohibiciones: hacia nosotr@s, todos los rarit@s de la ciudad. Esperamos que pronto, los artículos del código penal se ejecuten sin piedad y se distribuya gratuitamente el Manual de Carreño no sólo en las instalaciones de La Estancia, sino también en todos los parques y espacios públicos en donde todavía algunos heterosexuales lascivos siguen el mal ejemplo de nosotr@s, las lesbianas voluptuosas y los homosexuales gozones.
Con estas medidas, los niños y niñas de Venezuela crecerán más sanos y lejos de la turbación que las manifestaciones de amor producen en sus delicados cerebros. Total, son más aleccionadoras las constantes manifestaciones de amor que ven en su hogares, más instructivas las hermosas historias que a diario ven en la televisión y mucho más inofensivo el esparcimiento que proveen los videojuegos.

Marianela Tovar

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