Se ha comprobado que la introducción de un gen en las células musculares de ratones les proporcionó una resistencia duradera frente al virus
Miguel Vázquez - 28/12/2011
La terapia genética, una estrategia que se suele utilizar con mayor frecuencia en el tratamiento de determinadas dolencias crónicas también puede resultar útil para prevenir la infección por VIH. En un estudio publicado en la revista Nature se mostraron datos que evidencian que una única inyección en las células musculares de ratones vivos (mediante la cual se insertó un fragmento de ADN que codifica la producción de anticuerpos ampliamente neutralizantes) ofreció una protección completa frente a la infección por VIH. Se trata de un nuevo enfoque bautizado como inmunoprofilaxis vectorizada (IPV).
Tradicionalmente, el desarrollo de las vacunas contra las enfermedades ha venido de la mano de la identificación del agente patógeno que las causaba. Sin embargo, en el caso del VIH, esta tarea ha resultado ser mucho más compleja de lo que se anticipaba. El enfoque clásico en la elaboración de vacunas (empleando partes del patógeno para inducir inmunidad) ha arrojado pobres resultados porque el VIH es un virus que consigue ocultar la mayor parte de su estructura externa para evitar la acción de los anticuerpos generados por el organismo para frenar la infección. Una de las líneas de investigación en este área se ha centrado en encontrar moléculas capaces de inducir una respuesta aunque sea moderada frente al virus en todas sus distintas mutaciones. En este sentido, la terapia genética como tratamiento preventivo de la infección por VIH puede suponer una alternativa muy necesaria.
El equipo de investigadores empleó un adenovirus modificado genéticamente para infectar células musculares, de modo que insertaran en ellas fragmentos de ADN que expresan unos anticuerpos ampliamente neutralizantes que habían sido aislados de muestras de sangre de personas con VIH. El ADN se incorpora así en el genoma de las células musculares y éstas empiezan a producir dichos anticuerpos que son liberados en el torrente sanguíneo. Esta estrategia se basa en un trabajo anterior realizado en el Hospital Infantil de Filadelfia en Pennsylvania (EE UU), en donde se utilizó esta técnica para prevenir la trasmisión del virus de la inmunodeficiencia símica (VIS, el equivalente al VIH en monos). Las células musculares tienen una vida mucho más larga que las del sistema inmunitario, por lo que su actividad (en el caso de resultar la terapia) probablemente se prolongue durante más tiempo. Por otro lado, al no ser parte del sistema inmunitario, su acción no dependerá del daño que el VIH haya podido causar en el mismo.
El equipo de investigadores probó cinco anticuerpos ampliamente neutralizantes diferentes, uno en cada ocasión, en ratones con un sistema inmunitario humanizado. Dos de los anticuerpos, denominados b12 y VRC01, demostraron ser completamente protectores incluso cuando los ratones fueron expuestos a unas dosis elevadas de VIH. Los científicos habían aumentado de forma progresiva las dosis de virus a las que expusieron a los ratones, esperando que la protección de los anticuerpos mostrara su límite. Sin embargo, ningún animal se infectó ni siquiera cuando fue expuesto a concentraciones de virus centenares de veces superiores a las necesarias para adquirir el virus. Los expertos señalan que todas las exposiciones fueron significativamente mayores a las que un ser humano se encontraría en una situación natural.
Tras 52 semanas, los niveles de expresión de anticuerpos permanecieron elevados, lo que sugiere que una dosis única ofrecería una protección prolongada.
A lo largo de los últimos años se han ido descubriendo anticuerpos ampliamente neutralizantes, capaces de bloquear una amplia variedad de cepas del VIH y la esperanza era conseguir que una vacuna fuera capaz de inducir su producción en el ser humano. Esta estrategia tendría un efecto similar al de una vacuna, pero sin implicar la participación del sistema inmunitario. Los autores del estudio destacan que se trata de una técnica fuera de lo habitual y admiten que es perfectamente razonable afirmar que sería difícil de justificar su uso en el ámbito de la prevención del VIH si existieran otras opciones. “Pero resulta que hoy en día no hay alternativas, por lo que deberíamos pensar en nuevos modos de proteger a las personas”, señalan.
Dennis Burton, inmunólogo del Instituto de Investigación Scripps en La Jolla, California (EE UU), comparte esta opinión. “Obviamente, la mejor opción sería disponer de una vacuna. Es un método ya probado que entraña unos riesgos muy pequeños. Pero si hoy por hoy no resulta eficaz, ¿cuál es nuestra opción de reserva? Disponemos de estos anticuerpos y los tenemos ya. Si esto funciona en seres humanos, y no es descabellado pensar que lo hará, ya tendríamos algo que podríamos emplear ahora”.
Los autores señalan que existe una gran diferencia entre el modelo de ratones con sistemas inmunitarios humanizados y los propios seres humanos. Sin embargo, este experimento ha evidenciado que un mamífero es capaz de expresar unos niveles protectores de anticuerpos y, además, mantener dicha expresión a lo largo de un prolongado periodo de tiempo. Según los responsables, esto allana el camino para realizar ensayos con humanos.
Es posible que inyectar a los pacientes dosis periódicas de estos anticuerpos a lo largo de su vida resulte más seguro que inducir su producción por parte de las células musculares, pero resultaría muchísimo menos práctico y económico. Por el contrario, el enfoque basado en la terapia genética, consigue que las células musculares actúen como fábricas de anticuerpos y podría administrarse a través de una única inyección intramuscular.
No obstante, los expertos en este campo muestran ciertas cautelas ya que, como se ha comprobado en numerosas ocasiones anteriores, los resultados en ratones y monos no siempre son extrapolables a los seres humanos. No obstante, muchos reconocen que parece una idea interesante que debería probarse en ensayos clínicos y que hasta que no se consiga generar estos anticuerpos ampliamente neutralizantes empleando una vacuna con un enfoque más clásico, esta estrategia resulta muy interesante.
A pesar de todo, no se debe olvidar que la terapia genética conlleva sus propios problemas. Como el ADN que expresa el anticuerpo queda insertado de forma permanente en el genoma de la célula, no existe ningún modo de desactivarlo en caso de que se produzca una reacción inmunitaria contra los anticuerpos. Sin embargo, no se podrá saber si este efecto secundario se producirá hasta que se pruebe este método en personas, lo que se espera que se haga antes de finalizar el próximo año.
Fuente: Nature/elaboración propia
Referencias: Balazs, A. B. et al. Balazs AB, Chen J, Hong CM et al. Antibody-based protection against HIV infection by vectored immunoprophylaxis. Nature, 2011; DOI: 10.1038/nature10660
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